Mis tres Libélulas .

Casualidades de la vida hicieron que Estefanía y yo nos conociésemos . Y su boda en el mismo lugar que la mía me ha hecho revivir buenos momentos . Gracias .

Si algo nos caracteriza a David y a mí, es que las cosas nunca nos salen como teníamos planeado. Nos conocimos de la forma menos romántica y más casual, que ahora sin embargo es la base de nuestra relación, esa casualidad.

Era mi 23 cumpleaños y aún recuerdo cuando uno de mis amigos, me llamó para avisarme que llegaría algo más tarde y que si no me importaba, traería un amigo suyo de toda la vida (al que no conocía) . Cuando entró por la puerta no hubo cruce de miradas, ni amor a primera vista, yo encontré un muchacho tímido y muy simpático y él a una niña algo piripi que a los pocos instantes se escurrió cayendo al suelo. Muy amable él vino a ayudarme a levantarme a lo que yo contesté “déjame, que estoy bailando on the floor”. No volví a saber nada de aquel chico tímido hasta que en contadas ocasiones, empezó a unirse a las quedadas con mi amiga Irene y otro amigo . Él siempre dice que nunca me hubiera enterado ni con carteles de las veces que me tiraba la caña, y lo cierto es que a día de hoy me río porque lleva más razón que un santo. Nunca nos pondremos de acuerdo en quien dio el primer paso, así que preferimos dejarlo en que fue un poco él, un poco yo, y al final nos chocamos en un beso en el frío mes de enero. 

Con el paso de los años nos planteábamos ciertas metas, pero nuestra vida laboral no nos lo ponía del todo fácil para dar pasos, hasta que entendimos que el momento ideal para algo no es nunca y sin embargo la vida va pasando por delante sin dar tregua. De esta forma llegó ese ¿quieres casarte conmigo?, en un fin de semana de octubre que había venido a Jaén a pasar el fin de semana, tirados en la cama hablando de todo y de nada y planteándonos cosas, surgió. 

De esa tarde sacamos los puntos clave: en agosto nos conocimos y en agosto lo celebraríamos. Así, empezamos la cuenta atrás al 18.08.18 (muchos “8” que simbolizarían los días meses y años infinitos que nos iban a quedar por vivir juntos). 

Llegó el día y la mañana la pasamos en casa bastante tranquilos, yo no estaba nerviosa pero si me sentía un poco extraña, aún no sabría explicarlo. Mi padre no paraba de moverse, darme besos y abrazos, y aunque se pasó los días previos más emocionado, prometió disfrutar del día en sí sin una lagrima, ¡y cumplió! Y mi madre estaba ahí, con esa calma que solo tiene una madre en la cara, sonriendo y mirándome con esos ojos brillantes que parecen que te hablan diciéndote que todo va a ir bien. No tenía una peluquera de confianza de toda la vida porque al haber estado en distintas ciudades siempre iba a lo primero que pillaba, y a nivel de maquillaje bueno, no había tenido eventos como para necesitar de esos servicios así que estaba muy perdida. Tuve una invitación para ver su trabajo en directo y allí conocí a Noemí Leal y a Esther Morales. En un ratito de tarde con ellas me convencieron para saber que serían perfectas para mi día. Cuando vi aparecer a Noemi y Esther me encantó que empezaran con mi madre, me hacía sentir menos protagonista y sé que eso me vino muy bien. De hecho, recuerdo pedirle a mi padre un café con leche porque me dormía de lo cómoda que me sentía. Además, pudieron desplazarse, lo cual era muy necesario ya que a pesar de que soy de Jaén, por comodidad y capricho, había decidido que saldría vestida desde la casa de campo de mis padres.”


Mi amigo Juanfran, de Bella Serrano (digo amigo, porque es de esas personas que ves por primera vez y te hacen sentir uno más de su familia) fue el encargado de adornar mi pelo y el de las niñas. En mi caso quería una pieza muy personal con mucho significado. Una pequeña tiara en plata envejecida, adornada con algunos cristalitos transparentes y el detalle de tres libélulas, en recuerdo a personas que ese día no se me irían de la cabeza . Era la composición perfecta. No lo creía cuando la vi terminada. Sabia que con Francis no habría problema y que el resultado sería perfecto, pero verlo, fue mucho mas allá. Me quedé sin palabras. “

En cuanto al vestido, decidí ir solo con mi madre en busca de él, ya que a pesar de ser tan distintas, sabía que ella mejor que nadie me sabría decir qué si y qué no. El problema fue que nunca encontraba lo que yo quería. Consideré acudir a alguien para que me hiciera un vestido totalmente personalizado pero deseché la idea. Me empecé a desesperar hasta el punto de decirle a mi madre que no me casaba casi que llorando como una niña pequeña. Entre medias, murió mi abuela (su madre), así que los ánimos tampoco acompañaban mucho y aun así la pobre hacía cuerpo para tirar de mí. Aun recuerdo como dando un paseo por el centro me invitó a pasar por FrancaLuna novias.- Mamá no tenemos cita, es tarde vámonos… otro día si acaso. Si no van a tener nada. – Venga hija, no seas así, ya que estamos, entramos ves y si quieres nos vamos.

Recuerdo la cara de Charo cuando abrió la puerta, supongo que vería mi cara y la desesperación de mi madre y lejos de darnos cita y dejarnos para otro día nos invitaron a volver unos 20 minutos despues. Volver allí aquel día salvo mi día B. Con una paciencia infinita cogieron “a una Cenicienta con sus ideas de vestido hechas trizas” y como 3 hadas madrinas (Charo, María y su modista de prodigiosas manos) tejieron el vestido de mi vida. Ahí apareció la mujer de las manos mágicas, ella confió en mi gusto y yo en sus manos y fue la mejor decisión de mi vida. Ya sabía lo que quería y cómo. Hicieron falta muchas pruebas para que el vestido encajara perfectamente en mi cuerpo y aquellas manos mágicas lo hicieron posible. Dos días antes lo recogía y lloraba, esta vez sí, de alegría, y ellas conmigo. Como complemento, Y aunque me hubiera encantado ser una novia velada, escogí un bonito velo, que además, sería el regalo póstumo de mí abuela fallecida, así que tenía que ser algo fino, elegante y que me recordara a ella. A juego, Beatriz, una mujer encantadora que quiere a David como si fuera un hijo, quiso regalarme un abanico que llevé encantada.

Lo único que tenía claro es que me casaría con unos Manolo Blahnik.  Cuando nadie sabía aun que nos casábamos y lo que se estaba cociendo, yo ya ahorraba para comprarme mis zapatos y recuerdo que una tarde, se los enseñe a mi abuela (con demencia), explicándole que si algún día me casaba los llevaría puestos. Ella, otra enamorada de los zapatos, opinó de lo bonitos que eran, pero que prefería otro color, a lo que respondí “serán ese algo azul” y ella lo dio por válido, como casi todo lo que le solía proponer.”

“De las flores se encargó Rosa (de Quercus), ya la conocíamos de antes y para un día así no había nadie mejor que ella. Logró el ramo de mis sueños. Además, me preparó el ramo partido en dos pero unido, de esta forma, al día siguiente, podría llevarlo al cementerio para que mis abuelos (incluida la abuela que tan feliz le hizo la noticia en vida de la boda), tuvieran también un recuerdo de nuestro día y supieran que les echamos de menos. “

David por su parte decidió vestirse en el hotel acompañado por sus hermanos y cuñados. Me confesó que fue un día tranquilo, que siguió sus rutinas por la mañana y que por la tarde, lejos también de sentirse nervioso, estuvo viendo “Aladdin” con su sobrina .Habíamos conseguido lo que queríamos, que fuera un día especial y no el “estresante día de nervios que te impide disfrutar”. “



A mi llegada recuerdo que si me puse nerviosa. Todo el mundo esperaba fuera y todos me miraban a mi, ¡qué vergüenza! ahí le dije a mi padre que me agarrara fuerte, que yo era muy torpe y seguro me caía. Mi sobrina vino a saludarme y aunque le explicaron su camino, lo que tenía que hacer y lo lentito que debía andar, lo cierto es que hecho a correr pasillo adelante y se perdió a lo lejos. Y allí, al fondo del todo estaba él. Con el semblante tranquilo, con esa sonrisa tímida suya que le caracteriza, esperándome. Me dio la mano, me dijo lo “bonita que era” y todos miramos a mi padre y padrino ¿ahora qué hacemos? Y nos echamos a reír. 



La ceremonia fue bonita, participando familiares por ambas partes y aunque fue el único momento donde se hizo notar el calor, lo cierto es que también nos sentimos muy arropados por los nuestros. La música en la iglesia, corrió de mano de Sergio y Emilio. Sergio fue compañero mío en el colegio y en el instituto y desde pequeño tocaba el violín. Ahora sabía que era profesor de conservatorio y David y somos amantes de la música en directo. Tiré de agenda y le localicé. Me habló de Emilio (pianista) y decidimos quedar para escucharles en directo. Aun recuerdo la sonrisa de David en aquella buhardilla, ¡qué maravilla tocando!. Variaban entre lo clásico y lo moderno y para colmo aceptaban canciones especificas que se prepararían (como olvidar la BSO de Naruto, la serie manga favorita de David). No nos hizo falta irnos a casa para decidir, nos miramos y estaba claro. Ellos se encargarían de poner el ritmo en la iglesia y durante la copa de espera. Al terminar, nos esperaba una autentica lluvia de arroz, casi ¡una tormenta diría yo!, creo que fueron 6 kg… el caso es que de vez en cuando, creo que me aparecen aún granitos por el cuerpo escondidos.”

Recuerdo cuando quedamos a tomar una cerveza con Italo, amigo nuestro, compañero mío del instituto. Le preguntamos por el tema bodas para unos “conocidos nuestros”, – ¿Os casáis? –nos preguntó -. Nos miramos y no pudimos engañarle. El fue nuestro primer contrato como videógrafo, y quien nos hizo conocer a Alberto Quero, quien se convertiría en nuestro fotógrafo finalmente. “

Elegimos para la celebración y ahí no hubo duda, a los hermanos Reguera de Cerro Puerta. Para una fiesta en familia que era lo que queríamos preparar, queríamos estar como en casa, y ese cortijo, su precioso entorno entre pinos y olivos, el fresquito de la noche y su maravillosa vistas a la catedral y el castillo de Jaén, nos tenía enamorados. Queríamos una apuesta segura, donde todo saliera redondo, donde los invitados comieran rico y así fue .

Queríamos  regalar algo personalizado que no se quedara en el mueble o el cajón del olvido de una casa con el letrero “recuerdo de…”. Ana (NituNiyo) se encargó de esta parte. De esas personas que pasan por tu vida en el pasado y con las que te reencuentras en ese preciso momento, donde todo se hace más fácil y simplemente fluye.

Llegó el momento de abrir la pista de baile. Aquí, los “extrovertidos” protagonistas, quisimos que nos tragase la tierra … Habíamos pasado muchos viernes ensayando con Laura, una amiga y antigua compañera mía de baile contemporáneo que realizó nuestra coreografía. Obviamente, cuando David vio el tipo de vestido se negó a bailar conmigo, ya que lo dificultaba un poco, y si de por si los ensayos habían sido escasos y complicados, esto era casi “la crónica de un desastre anunciado”. Salió todo un “churro”, aunque nosotros nos reímos más que nunca, y conforme iba acabando la canción, David hizo la señal de ”corten” y salió medio corriendo … Fue de esas anécdotas a contar. 




María Yera, una mujer encantadora que se esconde detrás del nombre “La Chulérica” un photomaton con millones de atuendos para los invitados entre pelucas, y otros accesorios que captó aquellas instantáneas más divertidas, dándoselas de recuerdo a cada uno de los invitados y dejando otra en un libro junto a las firmas y buenos deseos.

Una boda nunca sale exactamente como la planeas, y quizás hubiera muchas cosas que a día de hoy modificaríamos, pero es cierto que si pensamos en aquel día, ambos lo recordamos tal y como queríamos que fuese, con los nuestros, disfrutándolo y entre risas, marcando un punto y seguido en nuestra historia en la que confirmábamos que David, siempre seria la casualidad más bonita que llegó a mi vida, y yo siempre seria su sueño hecho realidad.